Un año más

01 Feb Un año más

Como todos los años desde que mi madre un dieciocho de Enero decidió que yo naciera, a pesar del frío helador y la nieve cubriendo las calles de Castejón hasta el punto de hacerse necesario abrir caminos para comunicar las casas con las dos únicas tiendas existentes en el pueblo, con las escuelas o con la iglesia, he vuelto a celebrar mi “…taitantos cumpleaños”. Y tal como entonces, aunque al otro lado del mundo, las calles de Nueva York adonde nos trasladamos para celebrarlo con nuestros hijos y nietos, se encontraban cubiertas de nieve y se nos hacía difícil  soportar los muchos grados bajo cero.

Durante los días que hemos estado allí, los niños a pesar de su corta edad disfrutaron de nuestras visitas al MOMA, al Metropolitan, a la contemplación nocturna de la ciudad desde la terraza del Empire State y, dado que la nieve y el hielo eran los grandes protagonistas del momento, la niña hizo su primera incursión en la pista de patinaje sobre hielo del Rockefeller Center de la mano de su padre mientras nosotros temblábamos de frío esperando su saludo cada vez que, vuelta tras vuelta a la pista, pasaban frente a nosotros con cara y sonrisa triunfadora deslizándose por el hielo con la inseguridad de una principianta mientras el niño, en brazos de su madre, se empeñaba en buscar una tienda de “chuches”.

No quisiera caer en el tópico del abuelo, cansino hasta la saciedad, hablando de sus nietos. Solo decir que, una vez más, fueron unos días felices junto a ellos.

Quiero agradecer a todos los latinos que encontré a cada paso, el saludo cariñoso que recibí por parte de ellos. Eran muchos los que llenaban las calles, los restaurantes y los museos y, por un momento, pensé que Nueva York era más nuestra que norteamericana. Que nosotros éramos muchos más que ellos y tuve la sensación de encontrarme en México, Argentina, Colombia, o cualquier otra ciudad de los países latinoamericanos a los que he viajado durante tantos años hasta convertirme en uno más de vosotros.

Según el acento con el que hablaban el castellano podía identificar el país al que esa persona pertenecía. Pensé en la posibilidad de que un día el castellano quedara relegado a ser un idioma hablado solo por gente de mi generación, dado el hecho real de que ahora los jóvenes no conciben el futuro sin el dominio del inglés.

Un taxista de origen colombiano y residente desde hacía bastantes años en Nueva York, me comentó durante el trayecto que sus hijos hablaban más el inglés que el castellano a pesar de su insistencia y casi su imposición al uso de su lengua nativa. Sentí que ese hombre, cuyo castellano era de una pureza envidiable, empezaba a tirar la toalla ante lo que, según me decía, parecía inevitable. Su hijo era ya más norteamericano que latino. Le noté una cierta tristeza al confesármelo. Yo también la sentí.

El tiempo ha pasado rápido y ya hemos regresado a casa. Al llegar y abrir mi ordenador encontré vuestros ¡muchísimos! mensajes de felicitación por mi cumpleaños. Todos ellos llenos de cariño y amistad que percibí sincera. Y una vez más –claramente me estoy haciendo mayor- conseguisteis emocionarme. Recordé una canción que escribí hace años. Un canto a la amistad y a la comunicación que nos acerca tanto y nos hace regresar en el recuerdo a esos momentos, países, ciudades y teatros donde nos hemos encontrado en alguna ocasión.

AMIGO… Tu llamada de hoy me ha regresado… Y he vuelto a tu país, a tu ciudad y a tus calles y he vuelto a vivir, a través de tu saludo la emoción que me despierta el sentirme querido por vosotros. Y yo, que siempre fui un MUCHACHO SOLITARIO, he visto mi soledad gratamente invadida por amigos de todo el mundo, de todas las razas y colores para decirme que, a pesar de la distancia que nos separa, estáis cerca de mí y celebráis conmigo estos “…taitantos” años recién cumplidos.

Gracias de nuevo con mi abrazo y mi amistad para todos.