29 Abr A mis catorce años
Después de un viaje eterno en un tren tiznado de carbonilla y lento como era el tren correo de Andalucía, la primera imagen que recibí al llegar a la torre de ladrillo rojo, fue una explanada enorme donde había seis piscinas. Eran las primeras que yo veía. Aquellas piscinas no eran nada parecidas a las charcas en las que los chicos de Castejón nos bañábamos acompañados de los renacuajos, las libélulas que sobrevolaban los juncos y alguna culebrilla de agua que vivía en un agujero situado en una de las paredes de tierra, y que al entrar o salir de...