Con la cruz a cuestas
Cada día, al terminar un concierto, el escenario queda sembrado de objetos como muestra de admiración y cariño hacia el artista que esa noche dejó un poco de sí mismo en la interpretación de cada una de sus canciones, y que el público recompensa no solo con sus aplausos sino con algo tan sutil como una flor que marchitará, perdida en la oscuridad del escenario, si nadie lo remedia; un muñeco de peluche “para tus nietos”, o quizá una carta redactada con prisa entre canción y canción en donde alguien, que se ha sentido especialmente tocado en sus sentimientos más...