Dos locos y un velero

21 Jun Dos locos y un velero

Después de cinco años enclaustrado, silencioso y cubierto de polvo en un rincón del garaje de mi casa en Castejón, descansa, sediento de agua y viento, ese velero llamado “Libertad”. Una contradicción. Desde que ese lago en el que navegaba  vio como sus aguas bajaban de nivel debido a la escasez de lluvias, y a otras razones políticas que nunca comprendí muy bien -desnudar a un santo para vestir a otro-, y su panza estuvo a punto de tocar el barro y quedar varado como una pequeña arca de Noé sobre un desierto de lodo, nos vimos obligados a rescatarlo y darle hospedaje en nuestra casa.

Hoy, después de un invierno  diluviando y una primavera en que la tierra, preñada de agua se desangra por sus manantiales, de nuevo el lago muestra el aspecto de sus mejores tiempos, y el “Libertad”, cuyo único sentido de su existencia es navegar, me está pidiendo a gritos que lo lleve al agua, despliegue sus velas y nos embarquemos en una travesía infinita por este lago nuestro, un mar cuyo final no hemos descubierto todavía. Me pide que volvamos a Isla Paraíso, a la playa de Tiberio y la de Ibiza, al balneario oculto del Real Sitio de la Isabela -antiguo Versalles de esta Alcarria que fue-, que surquemos las aguas bordeando el cerro sobre el que envejece Ercávica, la ciudad romana donde hace muchos siglos se acuñaron monedas de Augusto, Tiberio y Calígula, y que aún quedan sus piedras como testigos mudos del imperio romano del que formó parte este rincón del mundo, en el que hace unos pocos años nací.

Este velero, hoy que el pantano parece ser un mar, me pide volver a navegar de nuevo las islas del Egeo. Y que ya, en la última hora de la tarde, cuando el sol refleje sobre el agua su última luz dorada, le deje solo descansar amarrado a su boya, bañándose de luna, para volver a encontrarnos de nuevo la mañana siguiente y zarpar con la primera brisa, y navegar por todos esos lugares inventados que se hicieron reales de tanto imaginarlos.

Cinco años de silencio. Si el Libertad hablara y contara las horas tan felices que presenció mil veces… La feroz competencia entre Manuela y yo, por imponer cada uno nuestros conocimientos de patrones de embarcación deportiva recién graduados, y que a pesar de ello, nuestra experiencia nula nos hizo zozobrar en más de una ocasión. Es cierto que ella aprobó el examen en la primera convocatoria. Yo, que en mi época de estudiante nunca aprobé todas las materias en junio y siempre tenía pendiente algo para septiembre, no podía romper con mi tradición de mal estudiante, y el examen para patrón de embarcación deportiva lo suspendí estrepitosamente. Total, para navegar en un pantano –pensé- no me servirá de nada saber qué luces debe llevar el barco en determinados momentos al navegar de noche, o qué señales acústicas habría que saber para navegar en un pantano solitario donde, en años, no nos cruzamos con ningún barco ni navegante alguno, qué maniobra habría que hacer para abarloarse a otra embarcación, si por esas aguas solo navegábamos nosotros o qué boyas y por qué lado habría que pasarlas para entrar o salir por la bocana  del puerto, si en nuestro pantano lo más que había era un pantalán con un chinchorro para llegar a la boya y recoger el pequeño velero para zarpar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así es que, Manuela, triunfante con su aprobado se vino arriba de tal manera que pensé cómo hacer para no tener que volver a pasar por la humillación de suspender de nuevo. Eso, definitivamente, sería entregarle el mando del barco a ella, y yo quedarme para siempre en un simple tripulante sin más opción que obedecer órdenes del titulado, o sea, de la titulada.

Y, aunque no me considero machista, mi amor propio no me permitía asumir ese rol, y dada mi gran vocación de autor de canciones, decidí componer una coplilla usando los términos marineros para ver si de ese modo aprendía más fácilmente todas esas señales que debe conocer un lobo de mar que se precie. Empecé por aprenderme las señales acústicas, que emitidas con la bocina del barco tienen significados diferentes según las maniobras a realizar, una breves, otras más largas, y volví a recordar el alfabeto morse que aprendí en mis tiempos de estudiante de electrónica.

La coplilla, que ya casi olvidé en su totalidad, para memorizar las señales acústicas, y a ritmo de rumba decía así:

Un puntito que caigo a estribor
 Dos puntitos que caigo a babor
 Tres puntitos que doy marcha atrás
Cinco  puntos que no entiendo “ná”
Que pretendo alcanzarle a estribor- dos rayitas y un punto, sin más
Que pretendo alcanzarle a babor- dos rayitas dos puntos, y ya
Y si acepto  que se me adelanten.- una raya. Un puntito. Una raya un puntito y ya está
 

Y así fui rumbeando cada una de las señales acústicas,  y la coplilla seguía diciendo:

¡Ay que ver!, ¡Ay que ver!, ¡Qué poquita visibilidad! (Dando paso a las señales acústicas en visibilidad reducida -buque con arrancada, buque en navegación parado y sin arrancada, buque que remolca o empuja, buque remolcado, buque  fondeado…-), y así hasta terminar la coplilla, que, por cierto me costó memorizarla más que si hubiera estudiado las señales en la forma convencional.

Durante el examen, para buscar la respuesta a muchas de las preguntas recurría a mi rumbita, y como en un juego de primer curso de conservatorio, iban saliendo las respuestas; incluso se me iban los pies con el ritmito, y observaba cómo el profesor me miraba sorprendido, como compadeciéndose de mi estado de nervios.

Así que, a ritmo de rumba -que para eso soy músico- aprobé mi examen de  patrón de embarcación de recreo. La primera felicitación que recibí al salir del examen fue la de Manuela.

Hoy, después de cinco años, comienza el verano y hemos decidido que sería buen momento para volver a navegar.  Y es como volver a empezar de nuevo. Tanto es así, que ante la falta de seguridad en volver a manejar las velas, la orza, el timón y el motor de auxilio -por si hay calma chicha y el viento se niega a soplar teniendo que recurrir a su ayuda- estamos buscando con urgencia algún monitor que nos dé unas clases de navegación. Porque  los patrones, con el tiempo y de no practicar, también se oxidan, como todo lo que permanece demasiado tiempo inactivo, y necesitan, como los motores, un engrase para volver a funcionar.

En un próximo post os contaré en qué termina esta nueva botadura del “Libertad”, si es que se llega a producir, ya que el tiempo, a pesar de estar en el mes de Junio, no invita a bañarse en el pantano y menos a naufragar dadas nuestras escasas prácticas marineras en estos años, y quién demuestra estar más capacitado para ejercer el mando como patrón, si Manuela o yo. Aunque, sea como sea, estoy seguro de que, al mínimo fallo por mi parte en alguna maniobra, ella se encargará de recordarme que fue ella la primera en aprobar aquel examen.

En todo caso, espero que no llegue la sangre al río, y no suceda lo que hace años, cuando nuestra  experiencia en cuestiones marineras era nula y hacíamos una travesía en el “Libertad” acompañados por nuestros hijos. En una de esas opiniones encontradas entre Manuela y yo, en las que discutíamos la maniobra a realizar, y viendo que la discusión subía de tono al no ponernos de acuerdo, Pablo -pacifista por naturaleza- agarró sus cosas y abandonó el barco, se fue nadando hasta la orilla, tomó su coche y desapareció. Creo que tardó mucho tiempo en embarcarse de nuevo con nosotros, aunque  supongo que en esta ocasión, por razones diferentes, y a pesar de los títulos que nos avalan, tampoco lo hará. Cuestión de fe.

Esperemos que esos lugares a los que en otro tiempo bautizamos y visitamos haciéndonos sentir unos Robinsones, con la subida del nivel de las aguas no hayan sido engullidos  por ese mar. Que las gaviotas hayan vuelto a hacer sus nidos en Isla Paraíso y que el “Libertad” respire por fin  después de cinco años de clausura, despliegue sus velas y surque ese mar de agua dulce, llevando a bordo adonde él quiera a este par de locos, que a pesar de los años, siguen navegando juntos.


9 Comentarios
  • Fernando Sanchez
    Publicado el 15:27h, 21 junio Responder

    Hola Jose Luis, vaya manera la tuya de transportarnos hasta ese pantano con tanta facilidad y hacer que naveguemos aunque sea de forma imaginaria en ese velero «Libertad», ese en el que tantas veces lo hicimos..
    Gracias por ese viaje por las «islas griegas» gracias por las gaviotas, el marinero, sobre todo aquel «Pequeño Marinero»…
    Gracias por permitirnos navegar en tu velero!
    Un abrazo Jose Luis, saludos desde Mexico..
    Fernando

  • eugenia patiño
    Publicado el 18:11h, 21 junio Responder

    Es emocionante,cuando escribes, poeta ,de veraz es sentirse transportada a esas historias que nos hacen soñar,gracias por compartirlas,que bueno que tu esposa siempre esa complice esa amiga incondicional de aventuras,eres un ser humano muy especial,porque de «la abundancia del corazon habla la boca»,DIOS continue bendicienles grandemente a ti y tu preciosa familia.

  • MARIANGEL
    Publicado el 06:43h, 23 junio Responder

    Mi querido Jose Luis, que bueno que de pronto te hayas recordado de LIBERTAD, creo que ya era tiempo, nunca debes olvidarlo pues fue el que te inspiro escribir UN VELERO LLAMADO LIBERTAD, y el que te ha hecho sentir un verdadero lobo de mar, no importa empezar de nuevo otravez, sera otra nueva experiencia, tampoco importa que tu o Manuela tome la batuta de capitan, lo importante es que siempre naveguen juntos por los mares de la vida, sin tenerle miedo a las grandes olas que vengan y que digan que estan locos, pero quien es aquel que enamorado no se convierte en loco…?
    vamos MAESTRO vuelve a navegar, busca el nido de las gaviotas, sigue la luz de la luna y deja que respire libertad, que despliegue sus velas en ese mar de agua dulce y que tu y Manuela sean mas locos que antes, con mas amor que antes y naveguen juntos sin importar el tiempo transcurrido, porque cuando el amor es real el viaje se siente corto.
    gracias mi querido poeta por siempre transmitirnos tus letras y tu sentir, pero sobretodo por recordarte que aqui estamos siempre esperandote, te quiero y te querre hasta mi ultimo aliento.

  • Iván
    Publicado el 02:17h, 25 junio Responder

    Es una maravilla del arte, leer lo que nuestro maestro Perales nos plasma por este medio. Realmente agradecido por una experiencia mas, que sin duda, ha sido importante y significante para ti José Luis.
    Esperemos que ese velero eche andar muchas veces, y vuelvas pronto a los escenarios, que tanto esperan de ti.
    Un abrazo desde Bogotá D.C. – Colombia
    Iván

  • MAURO
    Publicado el 23:34h, 27 junio Responder

    GRACIAS JOSE LUIS, SIEMPRE ESTAMOS ATENTOS OBSERVANDO TU BLOG, GRACIAS POR COMPARTIR TUS HISTORIAS, ESPERAMOS EL PROXIMO INFORMO COMO LES HA IDO Y FOTOS POR FAVOR DE LA NUEVA TRAVESIA, GRACIA, MAURO DE ARGENTINA

  • Carlos Andrés García Arias
    Publicado el 21:22h, 28 junio Responder

    Amigo y Maestro Perales!

    «Ayer se fue, tomó sus cosas y se puso a navegar….». Al leerte, logré imaginar q

  • Carlos Andrés García Arias
    Publicado el 21:27h, 28 junio Responder

    Amigo y Maestro Perales!

    Verte sonriente navegando en «Libertad», me logré transportar al famoso «Un velero llamado Libertad»… como siempre tus palabras son poemas y tus escritos son un puente que nos lleva a otra realidad, la realidad que nos haces vivir cuando en la radio o reproduciendo tus discos, se oyen tus canciones que nos han acompañado durante tanto tiempo.

    Bendiciones para ti, tu familia y tu equipo de trabajo.

    Desde Manizales (Colombia), te queremos.

  • Sonia Pérez Sánchez
    Publicado el 17:53h, 11 julio Responder

    Un placer volverle a leer después de tanto tiempo «maestro» muchisimas gracias. Un saludo desde Sevilla¡¡¡..

  • SILVIA VANESA MOLINARI
    Publicado el 13:34h, 22 diciembre Responder

    GRACIAS JOSÉ LUIS POR LAS COSAS QUE ESCRIBÍS, MIENTRAS LEO PUEDO IMAGINAR PERFECTAMENTE LO QUE TRASMITIS Y DE FONDO ESCUCHAR TU HERMOSA CANCIÓN «UN VELERO LLAMADO LIBERTAD». TE ADMIRO MUCHÍSIMO SOS UN GRANDE SALUDOS A TI Y TU HERMOSA FAMILIA DESDE BUENOS AIRES, ARGENTINA

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