19 Mar Las plañideras de Antigua
De tanto hablar a Manuela de ese lugar del mundo del que conservo uno de mis más gratos recuerdos, un día me acompañó a un paseo por la Antigua Guatemala. Era Semana Santa. El fervor popular al Resucitado, o al Jesús Flagelado, o a esa Dolorosa, de un dramatismo que solo los pueblos de la América más profunda saben imprimir, nos emocionó.
La procesión discurría en el más sepulcral de los silencios, sólo roto por el roce de las suelas de las sandalias contra los cantos rodados de la calle y el compás de los penitentes marcando cada paso hacia el Calvario del Cristo doliente y, posteriormente, del Crucificado y El Santo Entierro.
El fervor popular de aquellas procesiones nos hizo recordar, por la sencillez de sus imágenes y la devoción de los fieles, a la Semana Santa de la España de los años sesenta. Los penitentes, con sus pies descalzos, arrastraban cadenas por el suelo empedrado, y la gente de Antigua, espectadora silenciosa de los distintos pasos, inclinaba respetuosamente la cabeza al pasar frente a ella, mientras la imagen del Crucificado se perdía al fondo de la calle seguida de una multitud que, durante todo el camino, seguían a Jesús hasta el Calvario mientras un pequeño grupo de damas pías cantaban a media voz: “Perdona a tu pueblo Señor, perdona a tu pueblo, perdónale Señor…” Y de nuevo se hizo el silencio en la esquina, donde Manuela y yo nos mirábamos sorprendidos ante tal devoción.
Después, caminamos por las calles admirados por la belleza totalmente hispana de la Ciudad. De pronto, apareció al fondo una multitud vestida de negro, en cuya cabecera, como si de una nueva procesión se tratara, y llevado a hombros de varios hombres, algo que desde lejos podría ser de nuevo el paso del Santo Entierro, que hacía pocos minutos habíamos visto pasar. Pero no, no era el Santo entierro. Al llegar la comitiva al sitio de la calle donde nos encontrábamos, pudimos ver que, efectivamente se trataba de un entierro, aunque no tuviera nada que ver con lo divino. Los seis portadores del féretro mostraban la tristeza profunda en sus rostros de hombres curtidos por el sol y la vida. Su paso era acompasado, pero rápido. Como si quisieran llegar cuanto antes al cementerio y quitarse al muerto de encima. Detrás del ataúd, y con paso ligero, unas mujeres vestidas de luto riguroso, lloraban con tal desconsuelo que podría decirse que el muerto era su padre o un pariente cercano y desde luego, muy querido. Con gran curiosidad, nos atrevimos a preguntarles por la identidad del difunto. Retirándose el velo negro de la cara, y sin aminorar el paso, una de ellas nos miró indiferente y contestó: “No sé quién será el difunto. A nosotras nos pagan por llorar.” No lo podíamos creer. La figura de las plañideras seguía vigente en Antigua Guatemala.
Sonia Pérez Sánchez
Publicado el 17:53h, 19 marzoLuego le leeré «maestro», ahora sólo entre para echarle un pequeño «vistazo» pero la lectura promete¡¡¡¡¡¡ hasta luego «maestro»¡¡¡¡¡
Fernando Sanchez
Publicado el 22:09h, 19 marzoHola Jose Luis!! gracias una vez mas por transportarnos a otro lugar con tanta facilidad!!
La semana santa es algo que no se me da muy facil jeje, pero por estos lados creo que ya no se usa lo de las plañideras…
aca es tradicion la semana santa de los indios yaquis….http://www.folklorico.com/bailes/sonora/semana-santa-yaqui.html
Sonia Pérez Sánchez
Publicado el 22:10h, 19 marzoLo prometido es deuda «maestro Perales» y tal y como le expresé hace unas horas en cuanto llegase a casa le leería, y así ha sido. Con que gusto escribe «maestro, y como describe cada momento de ese paseo junto a Manuela. La Semana Santa es tan diferente en cada país, lugar…
Respecto a las «plañideras» le diré que ya había escuchado algo de ellas pero hasta hoy no sabía que así las llamasen, había escuchado que son señoras a quiénes se las pagan por llorarles a un difunto del que no les une ningún lazo de «sangre», sinceramente resulta «curioso» y un tanto «extraño».
Y le diré que aquí en Sevilla ya estamos esperando nuestra semana «grande» y no porque las imágenes que pasearán por las calles del centro histórico de nuestra ciudad lleven consigo «mantos» bordados en hilos de oro, ni porque nuestro «Dios Padre» lleve túnicas de terciopelo, no no no, para nada «maestro».
En esta próxima semana por nuestras calles se podrá respirar el olor a azahar mezclándose con el incienso. Y además de alegría también veremos el sufrimiento de una madre, una dolorosa que derramará lágrimas de dolor por ese hijo a quién dieron muerte siendo un gran hombre y al que crucificaron sin piedad….
En Sevilla no sólo habrá oro resplandeciendo entre varales, habrá amor y mucha fé por nuestro «Dios Padre».
Gracias por escribirnos y describirnos la semana santa en las calles de Guatemala «maestro», por transportarnos una vez más hasta un lugar para muchos desconocido¡¡¡¡. Feliz Semana Santa «maestro», un gran abrazo desde Sevilla, sinceramente.
SONIA
Zully Ivette Pazmiño T.
Publicado el 22:59h, 19 marzoQue interesante!! lo curioso es que siempre logras sacarme una sonrisa y una que otra carcajada de vez en cuando, aunque podría pensarse que el tema no daba para eso, pero es la simpática forma de narrar las situaciones, porque para mí, el tema de las plañideras no es desconocido, ahora no es de lo más común en Bogotá, pero efectivamente las conozco, ese es su trabajo, habrá algunos muertos que lo agradecerán, si no tienen quien llore por ellos, aunque la persona que les paga podría llorarlo también, en fin, es complejo para algunos y prefieren pagar. Algo similar al relato sucede en Popayán, capital del departamento del Cauca en Colombia, Popayán es llamada la ciudad religiosa de Colombia, es una ciudad blanca por su arquitectura de este color, con muchos balcones, parece que el tiempo se hubiera detenido en la época de la colonia y es de alto interés turístico en Semana Santa principalmente, una región con alto portentaje de población indígena y afrodescendiente, en cercanía del Océano Pacífico… Como siempre, gracias por tus palabras, un abrazo !!
Carlos Andrés García Arias
Publicado el 15:25h, 22 marzoMaestro Perales!,
Desde Manizales Colombia, me dibujas una sonrisa leve en el rostro cuando escribes y cuando nos cuentas tus vivencias…
Un poco extraño aquello de las plañideras… Gracias por compartir con nosotros.
Un abrazo.
Silvia Basso
Publicado el 09:08h, 27 marzoMuchas garcias nuevamente por compartir álgo tan bonito y que para algunos de nosotro es deconocido,pero..Un poco extraño aquello de las plañideras no?y al mismo tiempo divertido,pero como tu lo sabes hacer,nos haces escapar una sonrisa.
Gracias Maestro
un abrazo a la distancia