¿Fumar es un placer?

28 Feb ¿Fumar es un placer?

Hace años, escribí una canción con vocación de crítica a la sociedad de consumo a la que casi todos estamos sometidos, y le puse música. La historia contaba el momento del primer contacto de un adolescente con el tabaco que muchos se empeñan en negarle el calificativo de droga. Ese momento se producía en una calle de Madrid bajo la terraza del piso catorce  donde yo vivía, y donde apuraba mi cigarrillo de Marlboro hasta quemarme los labios. Los anuncios luminosos de neón anunciaban todo tipo de productos que suponían una pura tentación. “Viste como quieras” “toma Coca Cola” “Vuela por Iberia a Nueva York” “Fúmate  un Marlboro” “tómate un Martini” “Viste Cimarrón”…

Reconozco que esa crítica cantada por mí, que no tenía imagen de “cantante protesta” cayó en un vacío lamentable. Solo Marlboro, en agradecimiento a mi publicidad gratuita a sus cigarrillos, tuvo el detalle de enviarme por Seur, una toalla de baño con las letras de su producto a todo color. Nunca cambie de marca de cigarrillos, lo que me hace pensar que mi fidelidad hacia aquella firma entrañaba una dosis indudable de masoquismo.

Pero un día de tantos que lo había intentado, decidí seriamente dejar el tabaco. Y me dejé convencer por la publicidad de un producto “milagroso” para conseguirlo. El tratamiento era largo, pero yo tenía todo el tiempo del mundo para llevarlo a cabo hasta el final (del producto), y me embarqué en la disciplina diaria de ingerir aquellas pastillas rojas, de cuyo nombre me acuerdo todos los días, que sin duda me salvarían de aquella dependencia que desde hacía años venía padeciendo. Y debo decir que, después de doscientas sesenta unidades y varios meses de empeño, conseguí el milagro de apartarme del placer de fumar. Pero ¿Y mi estómago? Esas doscientas sesenta pastillas rojas de cuyo nombre… destrozaron mi sistema digestivo y me llevaron derecho a un quirófano con una esofagitis aguda que, gracias a las manos expertas de un cirujano cordobés, hoy puedo escribir sin pudor sobre el tabaco y sus “bondades”…

Y creo que la culpa de esta dependencia la tienen los americanos. Y ese Humphrey Bogart en blanco y negro a toda pantalla, hasta en los cines de barrio más recónditos, fumando a todo tren cigarro tras cigarro durante todo el film, que uno sentía ganas de salir al vestíbulo a degustar un Marlboro, un Winston o, para los más miserables, un Celta corto.

O esa Marilyn Monroe, que en  gloria supongo que no estará, ya que en el cielo no se fuma, provocando al galán de turno con su boca convertida en cráter de volcán a todo humo. O sin ir más lejos, el canto al tabaco en la voz de Saritísima cupleteando aquello de “fumar es un placer genial, sensual,” mientras fumaba y fumaba y volvía a fumar. Y no digamos el “Cowboy” practicando a lo macho la doma de caballos salvajes envuelto en la nube de humo de un cigarrillo, mientras una voz en off  susurraba  ”Ven al sabor de Marlboro”. Así que si los hombres queríamos estar a la altura del hombre de las vallas publicitarias, debíamos, aparte de lucir  blue jeans, impresionar a nuestras chicas, novias, amantes o esposas, con ese paquete (de cigarrillos) guardado con toda intención en el bolsillo de la camisa de popelín, que a través de la tela dejaba adivinar  el color rojo y blanco de la cajetilla. Con ese look, la conquista estaba casi asegurada.

Y así, cuando nos han metido el veneno en el cuerpo y no hay forma de escapar a su encanto, nos dicen que el tabaco produce cáncer, y en los hombres impotencia. Y yo me pregunto si aquel vaquero de los anuncios no acabaría impotente de tanto fumar. En todo caso, me siento engañado, maltratado y estafado por esos que me llevaron a un huerto, del que me costó sudor y lágrimas salir. Aparte de una pasta…