De haber tenido un teléfono móvil

31 Oct De haber tenido un teléfono móvil

 

De haber existido el teléfono móvil, aquel día me habría sentido menos solo, aquella soledad menos angustiosa, aquellos cuervos sobrevolando el cielo sobre mi cabeza me habrían parecido menos amenazantes y sus plumas menos negras. De haber existido ese milagro de la comunicación, no habría despertado en Manuela la angustia de la espera mientras pensaba: ¡dónde habrá ido este hombre!, mientras yo, una vez más, y como tantas otras, buscaba mi aventura en solitario sin revelar a nadie mi destino.

Aquel día de mayo amaneció especialmente luminoso, y yo, amante de la naturaleza casi tanto como de Manuela, aquel día de Mayo salí de la ciudad sin rumbo fijo siguiendo el curso de un río donde el campo se mostraba en todo su esplendor, a bordo de mi coche, más urbano que campestre, un Volvo que yo usaba para mis viajes de conciertos dada su resistencia y la fama de ser uno de los coches más seguros del mundo.

Conducía sin prisa disfrutando de un paisaje de bosques y prados verdes cubiertos de amapolas mientras escuchaba en el Compact Disc del coche a María Callas. La carretera pasaba cerca de un pequeño aeródromo donde, hacía algún tiempo, habíamos asistido junto a unos amigos y nuestros hijos a una demostración aérea de ultraligeros y veleros tripulados y donde un vecino de un pueblo cercano, propietario de uno de esos artefactos voladores, seguía practicando a menudo ese deporte.

De pronto, casi rozando el techo de mi coche y con un ruido ensordecedor, uno de esos ultraligeros pasó volando sobre mí y, agitando su mano, alguien me saludó, mientras sus piernas colgaban de aquella máquina rozando las copas de los pinos que bordeaban la carretera por la que yo circulaba. En ese momento una señal indicaba  el desvío en dirección al aeródromo donde suponía que aterrizaría aquel piloto suicida. Pasados unos minutos, y después de demostrar a su único espectador -o sea, a mí- sus habilidades: rizos, barrenas, toneles, etc., a bordo de su ultraligero, aterrizó casi rozándome los pies y, tras saludarnos, me invitó a volar como su copiloto. En ese momento me acordé de Manuela y de mis hijos y lamenté no estar soltero y libre de esa responsabilidad que suponía enfrentarse a un deporte de riesgo siendo padre de familia y de una edad, en la que, determinadas actitudes son interpretadas como auténticas locuras, y ésa era una de ellas. Aún así acepté su invitación, ocupé mi pequeño asiento y me puse el cinturón de seguridad, mientras la hélice se ponía en marcha y, al ponerme los auriculares,  dejé de escuchar las informaciones del piloto que, con el motor a plenas revoluciones, corrió por la pista y despegó elevándose en breves segundos por encima de las copas de los árboles y a tal distancia del suelo que, por breves momentos, pensé no regresar a tierra nunca más. El aire en mi cara era tan fuerte que casi me impedía respirar, mientras me preguntaba por qué habría  aceptado invitación tan descabellada.

El piloto miraba mi cara de susto y, temiendo por mi corazón, decidió aterrizar. Le di las gracias y tambaleándome llegué hasta mi coche; esperé unos minutos hasta que las pulsaciones del corazón se normalizaron y decidí continuar mi paseo arrullado por la voz de la Callas que me elevaba a un cielo bastante más calmado que el que me había mostrado el piloto de aquél ultraligero.

Era cerca del mediodía. Todavía tenía tiempo para acercarme a una finca que un día  conocí y que me pareció un lugar muy hermoso perdido en esa naturaleza privilegiada de la Serranía de Cuenca, lejos del mundo y presidido por las ruinas de un viejo monasterio abandonado.

Dejé la carretera y tomé el camino rural que conduce a ese lugar. El Volvo, aunque lo suyo no era ese tipo de caminos, fue aguantando, no sin ciertas dificultades puntuales al encontrar baches, piedras sueltas que golpeaban la carrocería, alguna rama de pino que el viento había arrancado del árbol y cruzado en el camino, etc. Pero aún así ni el coche ni yo nos rendíamos. Había que llegar. El reloj marcaba ya la una de la tarde, hora en la que debería estar de vuelta a casa para no alarmar a Manuela, que no tenía ni idea de mi escapada  a esos lugares y que -pensé- no tardaría en empezar a preocuparse por mi ausencia. Pero ya quedaba poco para llegar, así que decidí seguir. Tras varios kilómetros llegué a la puerta de entrada a la finca después de vadear un pequeño arroyo cuya corriente de agua procedía del interior.

La puerta de acceso a la propiedad estaba cerrada y un cartel prohibía el paso. Era la primera vez que la encontraba así y decepcionado decidí dar la vuelta y desandar el camino y volver de regreso a casa. Pero el espacio del que disponía en aquel rellano, y dado que las dimensiones del coche eran inapropiadas, hacía difícil girar sin hacer varias, muchas, muchísimas maniobras. Al efectuar  una de ellas y dar marcha atrás, la parte trasera del coche rebasó  un pequeño muro de piedra que marcaba el margen del camino, quedando las dos ruedas traseras girando en el aire obligándome a buscar soluciones para salir de aquella trampa. Hice delante de las ruedas traseras unos pequeños montoncillos de piedras del río para elevarme de nuevo hasta el nivel del camino usando la marcha más corta del coche y poder salir de aquella ratonera. Pero una y mil veces los montículos de piedra se venían abajo haciendo imposible la operación.

Era un día especialmente caluroso. El sol calentaba mi espalda sin piedad  mientras, entre el esfuerzo y la tensión por tanto desamparo en aquel lugar, el más olvidado del mundo, mi frente se llenó de sudor, mi boca se secó como la piel de un pez fuera del agua y la respiración se me hacía difícil. Metí la cabeza en el arroyo que inundaba el camino y sentí que nacía de nuevo. Entre una y otra maniobra por salir de allí se hicieron en mi reloj las tres de la tarde, hora más que preocupante para los que me esperaban en casa. La soledad en aquel lugar era absoluta y el silencio sólo roto por el graznido de una bandada de cuervos que sobrevolaban en círculos sobre mí en aquel cielo de un azul intenso.

De pronto el rugido cansado de un motor de poca cilindrada se fue acercando lentamente hacia donde yo estaba muerto de cansancio, de calor y de hambre. Era Manuela, que, a caballo del Suzuki y acompañada al volante por Melli, un amigo nuestro, sabiendo de mi pasión por aquel lugar, intuyó que quizá estuviera allí y decidió rescatarme. El pequeño “Gran” Suzuki, equipado con un cabrestante, tiró con fuerza del Volvo -tan grande pero tan inútil en determinadas ocasiones- y, una vez liberado, emprendimos el camino de regreso a casa.

Lo que nunca sospecharía Manuela, sería mi paseo en ultraligero sobrevolando la Serranía, uno de los paisajes más hermosos de la tierra en aquella mañana de primavera.

Camino de casa se lo conté.

-Estás loco- me dijo. Y yo asentí.

¡Ay!, pero entonces no existía el teléfono móvil…

 

21 Comentarios
  • Fernando Sanchez
    Publicado el 15:49h, 31 octubre Responder

    Hola Jose Luis…que buena aventura!!
    Es asi como me gusta…ya lo he hecho varias veces pero no escucho a Maria Callas…yo prefiero escuchar a Perales…no hay nada como llegar al rancho, que este nublado (que muy pocas veces pasa) y que se escuche un Velero llamado Libertad…ah y la de veces que me ha pasado lo mismo con el carro y tener que regresar a pie…lo bueno es que ya hay telefonos moviles…lo malo que no hay señal jeje…
    Un abrazo

    Fernando

  • Monica
    Publicado el 16:25h, 31 octubre Responder

    Increible. Son aventuras que no se olvidan nunca.

  • Meche Moreno
    Publicado el 16:29h, 31 octubre Responder

    Y llegó tu princesa al rescate!!!!
    Qué bueno que no había teléfono. Hoy en día una de las cosas que imposibilita ser ilocalizable es que todo se soluciona o te lo solucionan de una manera que inutiliza a la creatividad, a la tolerancia y a la experiencia para vivir lo que cada momento trae, aún que sea angustia, soledad o desesperación.
    Gracias por compartir.
    Te abrazo!!!

  • juan benito
    Publicado el 16:32h, 31 octubre Responder

    HOLA JOSE LUIS QUE BUENA HISTORIA LO LEI AMENAMENTE , Y TUS CANCIONES ME ENCANTAN TODAS TIENEN BUENA LETRA Y LA MUSICA PRECIOSA , GRACIAS DE CORAZON DE UN FAN DE TODA LA VIDA!!!

  • NORA CARDOZO
    Publicado el 22:02h, 31 octubre Responder

    HOLA JOSE LUIS ,ANTE TODO GRACIAS POR HACERNOS PARTICIPES UNA VEZ MAS DE ESTA NUEVA AVENTURA VIVIDA POR USTED, ES UN GUSTO LEER CADA UNA , PERO YO CERO QUE TENGO UN PROBLEMA ..SIEMPRE LE ESCRIBO UN COMENTARIO Y LUEGO NO FIGURA…NO SE QUE PUEDE SUCEDER. HOY NUEVAMENTE HAGO MI INTENTO. MENOS MAL QUE LAS MUJERES TENEMOS UN SEXTO SENTIDO Y LA SUYA NO PODIA SER MENOS Y SALIO EN SU RESCATE !!! GRANDE MANUELA Y GRANDE USTED !!DETRAS DE UN GRAN HOMBRE HAY UNA GRAN MUJER …DICE EL DICHO …LO FELICITO POR ESTA ENTREGA Y QUEDANDO A LA ESPERA DE OTRA ME DESPIDO CON UN GRAN ABRAZO Y MI ETERNA ADMIRACION .SALUDOS DESDE ROSARIO ,ARGENTINA. NORA.

  • Sonia Pérez Sánchez
    Publicado el 22:49h, 31 octubre Responder

    Querido «maestro» pero que buena anécdota, jajajajajajaja sobretodo porque casi que puedo imaginar su cara montado en aquel ultra ligero «muerto» de miedo (nunca mejor dicho), y preguntándose sí «volvería a pisar tierra» muy bueno de verdad, a mi como a usted me encanta perderme por ahí (en este caso, «por las calles estrechas de Sevilla») colocarme mis auriculares y yo al igual que mi buen amigo Fernando escuchar su música!!!!! Y olvidarme por unas horas de todo y de todos por muy egoísta que suene pero es que vivimos siempre con prisas y esos momentos que pasamos en soledad relajando nuestra mente escuchando buena música se agradece!!!!! Gracias «maestro» y gracias a Blanca que una vez más me aviso de esta nueva entrada en su blog, últimamente estoy súper liada!!!! Afortunadamente soy de esas personas que tienen trabajo!!!! Haber sí se arregla tanto desastre de mundo!!!!! Un abrazo fuerte!!!!!

  • Adriana
    Publicado el 23:09h, 31 octubre Responder

    Jajajaj, José Luis, que bueno que tus ángeles conocen el buen gusto que tienes por determinados lugares, de lo contrario, creo que la aventura de ese día hubiera resultado en unas letras no tan poéticas como la que nos conpartes hoy…. Pero ellos saben que sin ti, este mundo perdería un motivo más para seguir girando.

  • pilar zeballos
    Publicado el 02:47h, 01 noviembre Responder

    Que hermosa historia,como todo lo de ti,si es lindo de vez en cuando perderse por tranquilos caminos llenos de naturaleza que por estos lados(uruguay paysandu)los hay y muchos lugares muy bonitos cariños y que Dios lo bendiga a usted y su flia.

  • Julia Ropero Ropero
    Publicado el 09:36h, 01 noviembre Responder

    Muy buena aventura para un bonito final aveces eso de salir sin rumbo es gratificante es parte de la vida llegan estos años que gusta contar las anecdotas que no han pasado poner en el coche musica y querer perderte si hay obligaciones de familia pues piensas en no alejarte mucho pero es gratificante estas escapadas la mente se despeja y nos ayuda afrontar la monotonia de la vida lo que es el amor me da envidia sana no tengo esa suerte pero me conformo con tus canciones !!Te admiro muchisimo !!!

  • Cecilia
    Publicado el 22:03h, 01 noviembre Responder

    ¡¡Qué aventura poder leerte maestro!! Mil gracias.

  • aura romero
    Publicado el 23:54h, 01 noviembre Responder

    QUE LINDA Y APASIONANTE HISTORIA. ME HIZO VOLAR EN ESA LIGERA NAVE, SENTIR LA FUERTE BRISA EN LA CARA, EL TEMOR Y REMORDIMIENTO POR HACERLO A ESPALDAS DE MIS SERES QUERIDOS Y TAMBIÉN SENTÍ LA SOLEDAD CUANDO SE ME ACCIDENTÓ EL VEHÍCULO. Y TODO ESO, SIN NECESIDAD DE CELULAR, A TRAVÉS DE ESTAS HERMOSAS LINEAS QUE UD ESCRIBIÓ CON TANTA REALIDAD Y PASIÓN. GRACIAS POR EL VIAJE.

  • Silvana
    Publicado el 03:33h, 02 noviembre Responder

    Hola Jose Luis sos increíble como me haces reír con tus historias, creo que sos un eterno explorador de todo, muy bueno y lo mejor es que vino Manuela al rescate !!!!!
    Cariños desde los Buenos Aires.

  • gloria cisternas amigo
    Publicado el 19:03h, 03 noviembre Responder

    Que historia !!! Mucha osadia el volar, muy arriesgado, pero menos mal , que todas las aventuras de ese dia llegaron a buen puerto.
    Todas sus canciones son de letra muy hermosa!!! En mi adolescencia mi mama me cantaba «y como es el»; ahora yo con hijas adolecentes, mi marido les pone esa hermosa cancion en que habla del primer amor… que es el mas fuerte!!!
    Sakudos desde Chile

  • Ana Chazarra
    Publicado el 19:31h, 03 noviembre Responder

    Querido José Luis:Leyendo tu peripecia he recordado cuando hace muchos años me llevó mi padre a uno de tus conciertos en Torrevieja.La curiosidad de cuando se admira tanto a alguien me llevó a fijarme en el coche en el que viajabas y recuerdo que era un Volvo(creo que gris plata) y hasta creo que me acuerdo de la matrícula (M-8189-EM)¿me equivoco?.Bueno,éso es lo que ha venido a mi memoria al leer tu artículo.Un abrazo.Ana

  • Juan Carlos
    Publicado el 20:34h, 03 noviembre Responder

    Buenas tardes yo lo recuerdo desde que era muy chico pues mi madre lo escuchaba mucho y nunca se an olvidado sus canciones gracias por esas letras que hasta el dia de Hoy sigue haciendo latir corazone.

  • NORA CARDOZO
    Publicado el 01:55h, 04 noviembre Responder

    HOLA JOSE LUIS ,ANTE TODO GRACIAS POR HACERNOS PARTICIPES UNA VEZ MAS DE ESTA NUEVA AVENTURA VIVIDA POR USTED, ES UN GUSTO LEER CADA UNA , PERO YO CERO QUE TENGO UN PROBLEMA ..SIEMPRE LE ESCRIBO UN COMENTARIO Y LUEGO NO FIGURA…NO SE QUE PUEDE SUCEDER. HOY NUEVAMENTE HAGO MI INTENTO. MENOS MAL QUE LAS MUJERES TENEMOS UN SEXTO SENTIDO Y LA SUYA NO PODIA SER MENOS Y SALIO EN SU RESCATE !!! GRANDE MANUELA Y GRANDE USTED !!DETRAS DE UN GRAN HOMBRE HAY UNA GRAN MUJER …DICE EL DICHO …LO FELICITO POR ESTA ENTREGA Y QUEDANDO A LA ESPERA DE OTRA ME DESPIDO CON UN GRAN ABRAZO Y MI ETERNA ADMIRACION .SALUDOS DESDE ROSARIO ,ARGENTINA…… NORA.

  • Carlos Andrés García Arias
    Publicado el 19:28h, 04 noviembre Responder

    Amigo y maestro Perales!

    Lo maravilloso de volar, de acercarte al cielo, tú lo viviste en un ultraliviano o ultraligero, yo diario, experimento la cercanía al cielo en mi pequeño vehículo rumbo al trabajo o a mi casa en compañía de tú música, yo vuelo escuchándote Perales….

    Qué maravillosa historia, eres un afortunado, ver el mundo desde arriba en esas condiciones debe ser genial, esa locura que nos acompaña siempre, nos hace reír y divertirnos mucho…

    Gracias maestro por contarnos tus historias y por permitirnos acercarnos a ti a través de tus relatos y de tu MARAVILLOSA Música.

    Dios te Bendiga a ti, a tu familia ya tu equipo de trabajo.

    Desde Manizales (Colombia), te Queremos… «Como la tierra al sol…!!»

  • Pedro
    Publicado el 00:17h, 06 noviembre Responder

    Maestro, ahora a mis cuarenta y tanto sigo teniendo la impaciencia de un niño esperando cada nuevo trabajo tuyo porque cuando miro atrás y simplemente dejo que mi mente rememore una banda sonora, me doy cuento de que tus canciones han sido la banda sonora de mis alegrías y mis penas. Mi encuentros y mi despedidas.

    Te doy las gracias por ello, porque durante estos cuarenta y tanto hayas tenido la capacidad, la creatividad de ser mi banda sonora.

    Un fuerte abrazo.

  • MARGA BAJO DE LA FUENTE
    Publicado el 11:15h, 14 noviembre Responder

    Buenas tardes desde Barcelona España):

    Querido José Luis: felicidades a Manuela por tener tantos recursos y…un par de bofetadas al aventurero inconsciente. No lo digo por el ultraligero sino por meter el coche de ciudad por un caminucho inóspito. ¿A qué no le ha vuelto a pasar?.
    Un beso muy fuerte!

  • kari
    Publicado el 12:50h, 18 enero Responder

    Mi Querido Perales Yo Deleito Mis Oidos Con.La Musica De Mi Amado Perales Y Ya Sus Cancienes Me Transportan A Un Paraje Desconocido Pero Q Adoro Sentir Y Estas Anecdotas Tan Bien Redactadas Me Transportan COmo.si .Fuese Tu copilota.Deberias Dedicarnos Un Libro A Tus Fans Tu Talento Es Natural Y El Manejo De La Pluma Se Funde Con.TS Sentimientos.Te extrano Mi Querido Jose Luis

  • Yen-Li
    Publicado el 18:35h, 22 octubre Responder

    Tuve un amigo que, como yo, amaba volar y escuchar sus canciones. Murió de cáncer en la garganta. hace menos de 1 año. Cuanto me hubiese gustado que hubiese podido leer esta anécdota suya, para reflexionar, reír y disfrutarla. Hoy, A veces me dan ganas de ir a su tumba y cantarle sus nuevas canciones, tal vez para gozarlas juntos, no sé…. me inunda la duda de pasar por ingenuo al saber que está en un lugar mejor, gozando de muchas cosas más que canciones. Sé que le hubiese gustado mucho haber tenido la oportunidad de escuchar su nuevo álbum.. Ufff, es difícil no atragantarse la garganta cuando escucho sus canciones y lo recuerdo a él. Dios bendiga su trabajo y gracias por pensar en TODO y en TODOS. Jamás deje la sencillez de lo sencillo y guárdela como cofre de tesoro en su corazón. Mi amigo y yo crecimos con sus canciones y yo espero, como él, que usted viva mucho más para también morir con sus canciones.

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